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El olor del amor: ¿Existe la química de la atracción sexual?
El papel de los olores y las llamadas “Feromonas” en la atracción sexual es para muchos objeto de curiosidad. Se han divulgado teorías al respecto, no siempre científicas y muchas veces reduccionistas, incluso con el objeto de vender productos que resultan un absoluto engaño.

Entre las personas circulan una serie de leyendas o mitos relacionados con la idea de que los seres humanos estamos sujetos a la atracción de unos con otros por medio de “química”, “cuestión de piel”, “el destino” o incluso el flechazo de un inescrupuloso “cupido”. Todas estas ideas, algunas de ellas a priori tildadas de “locas”, pueden tener algún asidero en ciertos aspectos instintivos que tal vez tengamos los seres humanos. El sentido común habla de una química en las relaciones amorosas, o de la cuestión de piel, sin saber que la ciencia ya ha comenzado a hipotetizar las bases de estas conductas inexplicadas de la especie humana.

En cuestiones de atracción sexual, a veces no es agradable tratar de reducir algo tan complejo e intrincado a especulaciones científicas, ya que esta atracción es tanto más divertida si no sabemos la razón verdadera, y mejor aún si nunca la podríamos llegar a conocer en un 100%.

Los humanos antes que todo somos animales, mamíferos más específicamente, y aunque ciertas disciplinas lo nieguen, somos seres bastante instintivos. Si tomamos este hecho como punto de partida, podremos hacer alguna comparación con el resto de los animales con respecto a sus conductas sexuales instintivas, y de esta forma, si nos interesa, arribar a alguna conclusión científica, pero a la vez divertida.

En los animales en general, existe un sistema de señalización o de comunicación entre ellos, que entre muchas otras cosas se utiliza para la atracción sexual. Se encuentra ligado a ciertas moléculas denominadas feromonas, que en realidad son hormonas que se liberan al medio externo, y que son percibidas por otros animales para luego decodificar su significado en el cerebro. Se piensa que una parte o gran parte de la atracción sexual se fundamenta en las feromonas que liberamos.


"Química del amor" o el olor del sexo

El naturalista francés Jean-Henri Fabre, en 1870, observó que ciertas polillas machos se desplazaban a distancias de kilómetros hasta llegar a las hembras, atraídos por ciertos olores o sustancias emitidos por éstas. En 1959, un fenómeno análogo se observó en los gusanos de seda y comenzaron a denominarse feromonas a esos mensajes químicos producidos por ciertos animales, mensajes destinados, usualmente, a su pareja de sexo contrario y que pueden tener funciones muy diversas, entre ellas las de la atracción. Las moléculas feromonas y las moléculas de los olores poseen algunas características comunes: pasan al aire y son detectadas por células nerviosas especializadas ubicadas en la nariz, pero sus diferencias son evidentes, ya que a los olores les corresponden respuestas acopladas (olor a ajo con salsa alioli, por ejemplo), mientras las feromonas no se huelen y afectan a los circuitos cerebrales relacionados con el comportamiento; el sentido del olfato (al menos en humanos) opera de forma consciente, y el de las feromonas no; por último, parece existir una especificidad de género para las feromonas: los machos no responden a las feromonas producidas por ellos, que si afectan a las hembras, y viceversa.

Si tratamos de extrapolar lo que se descubrió en los animales a los humanos, podríamos pensar que si de hecho existieran las feromonas humanas, estas podrían explicarnos conductas humanas que no logran entenderse de otra manera. El famoso “amor a primera vista” no sería descabellado, sino una realidad. Hay que pensar que además de las feromonas, que serían nuestra parte más instintiva, operan otros elementos más de corte cultural y aprendida, que se agregarían a esta atracción para conjugar la pasión que se puede sentir por nuestro ser amado. No se sabe casi nada sobre todo lo anterior, y que importancia tiene cada elemento en la atracción sexual.

Un acercamiento más científico

Debido a las observaciones hechas en otros animales y algunas en poblaciones humanas, se ha intentado, mediante experimentos no muy rigurosos, acercarse más a la noción o posibilidad de que en estos últimos exista cierta atracción ligada a los olores que no podemos oler, o sea a las feromonas. Relataré uno de esos experimentos realizados en Suiza:

“En condiciones controladas 44 hombres, durante dos noches llevaron unas camisetas determinadas. Tras ello, las camisetas se colocaron en recipientes adecuados y se dieron a oler a un buen número de mujeres. Se dieron ciertos resultados muy claros relacionados con los así llamados antígenos de histocompatibilidad (MHC, una especie de "tipaje inmunológico") de los hombres portadores y las mujeres oledoras, que respondieron tal como un biólogo evolucionista esperaría. Ellas prefirieron los olores (¿o feromonas?) de los hombres con MHC más diferentes con los suyos propios y los preferidos eran parecidos a los de sus actuales o pasadas parejas.”

Explicándolo más simplemente, las mujeres preferían a los hombres que poseían un bagaje genético más diferente al suyo, y esto para los evolucionistas implica que se favorecería la atracción hacia aquellas personas que demostraran tener una capacidad mayor de concebir nuevos seres humanos más diversos desde el punto de vista genético, lo que implicaría una recombinación de los ADNs mayor.

La desventaja de reducir la atracción a la química

Debido a los experimentos y observaciones en animales, y la posibilidad de que las feromonas determinen cierta atracción en los humanos, ya se ha intentado la idea de vender fragancias con supuestas feromonas humanas. Con los pocos conocimientos existentes en este campo, sin duda nos daremos cuenta de antemano de que esas fragancias no sirven a los fines mencionados, y el único objetivo que se busca es el comercial.

Si la atracción humana se limitara a una fragancia, se perdería el encanto de enamorarse, y el de la cuestión instintiva que no manejamos. Sería un intento más de manipulación de la naturaleza humana. Se perdería la magia, lo desconocido. A veces no es tan bueno tratar de analizar tanto por que nos gusta una persona por sobre otra, y hay que dejarlo a la “química del amor” o a los “cupidos”. Tampoco es a mi parecer bueno analizarla demasiado desde una perspectiva psicológica, analítica.