08-08-2006, 02:20 PM
El Secretario de Seguridad Pública capitalina, Joel Ortega, se reunió hoy con empresarios el Centro Histórico, en la Cámara Nacional de Comercio de la Ciudad de México, para dialogar sobre las afectaciones económicas que ha dejado el plantón perredista en el Zócalo y en Paseo de la Reforma.
Víctor Cisneros, representante de comerciantes en el Centro Histórico, expresó que por el momento el funcionario no les ofreció ninguna solución a los daños económicos causados por la manifestación política.
El empresario dijo que Ortega atribuyó la solución del conflicto al Gobierno federal, pues se trata de un problema nacional y no sólo de seguridad pública.
"Es tan ridículo que evada su responsabilidad y no aplique la ley. Ahora resulta que piensa que la calle de Madero podría ser únicamente para peatones a raíz del plantón", expresó Cisneros.
si chucha como no problema federal mis polainas...por eso traen lo de irse a otros estados e instalarse asi por las buenas en las calles, lo ven taaaaan facilote
ahi les dejo un texto interesante
'Cómo curar a un fanático'
Amos Oz es un novelista israelí con apellido de mago. En hebreo Oz significa fuerza. La prosa de este escritor judío tiene una fuerza mágica para mover conciencias. "¿Cómo curar a un fanático?" es un ensayo breve y poderoso donde Oz da un diagnóstico clínico para detectar este mal y ofrece tres antídotos para tratar al enfermo.
"El fanatismo es más antiguo que el islam, la cristiandad o el judaísmo, es más añejo que cualquier estado, gobierno o sistema político, es anterior a la presencia en el mundo de la fe y la ideología". El fanatismo es como un cromosoma de la maldad que habita en las células humanas desde hace siglos. Un símbolo religioso, una bandera o un líder carismático pueden activar este gen que aturde el alma y la mente. Oz se declara un experto en la materia de fanatismo comparado. No alardea en vano. Nació en Jerusalén en 1939 y ha pasado toda su vida coexistiendo entre los odios ciegos que dividen a Israel y Palestina.
El primer síntoma para detectar a un fanático es su visión del mundo en alto contraste. El fanático es un daltónico incapaz de reconocer grises y claroscuros, sus ojos lo miran todo en blanco y negro. Quien padece la enfermedad interpreta la realidad como una disputa permanente entre buenos y malos: pacíficos versus violentos, demócratas contra fascistas, pobres contra privilegiados. Yo soy la bondad y mi adversario es el mal encarnado. El fanático es incapaz de reconocer algún mérito o derecho en las consignas de su contrincante. Error: un fanático no tiene adversarios, ni contrincantes, sólo tiene enemigos.
Los fanáticos son excelentes soldados, pero no tienen madera para ser políticos. Están dispuestos a sacrificarlo todo con tal de avanzar su causa, pero son incapaces de sentarse a tomar un café con sus antagonistas. El ardor de sus convicciones no les permite ceder, ni negociar. Padecen de sordera selectiva, sus oídos sólo se abren para escuchar su propia voz. Los argumentos ajenos son un ruido de fondo que les interrumpe el monólogo.
La misión principal de un fanático es cambiar el comportamiento de otras personas. Con un altruismo perverso, el fanático está más preocupado por los demás que por sí mismo. El fanático quiere que le reces a su dios, que visites su templo o que votes por su candidato. Un fanático es alguien totalmente convencido de su propia superioridad moral y su mayor deseo es redimir tu alma de tus faltas ideológicas o pecados religiosos.
Según Oz esta enfermedad tiene cura, él mismo es un fanático recuperado. De niño, Oz se confiesa como un chovinista totalmente cerrado a cualquier posición que difiriera de la suya, sobre el tema del Estado de Israel. El novelista descubrió en carne propia que el fanatismo no es una enfermedad terminal y como médico de almas también ofrece remedios.
El primer antídoto es la imaginación. Aquel que puede imaginar un futuro distinto jamás arriesgaría su vida o su capital político en una apuesta por el presente inmediato. Un candidato que cree posible ganar una elección presidencial en el 2012 no apuesta su prestigio y su ambición por una derrota electoral en el 2006. El fanático vive en la inmediatez de los tiempos: ahora o nunca. El mañana distante no aparece en el horizonte de su agenda.
El sentido del humor es la segunda vacuna. El fanático es muy capaz del sarcasmo hiriente, pero jamás podrá reírse de sí mismo o de su causa. Ser un buen fanático es un asunto serio y solemne. Como dice un buen amigo, no todos los estúpidos son solemnes, pero todos los solemnes son estúpidos. Un fanático no puede celebrar un chiste con una carcajada. El último antídoto y el más efectivo es la capacidad de caminar en los zapatos del enemigo. Quien por un instante puede ver la realidad con los ojos de su antagonista está inmunizado contra el fanatismo.
Amos Oz escribió su libro en el contexto del conflicto entre Israel y Palestina. Pero acá por mi tierra también se cuecen habas. Se pueden encontrar síntomas del fanatismo en la familia, la chamba o en la Plaza de la Constitución. Estoy seguro de que ya se te ocurrieron algunos candidatos para probar las vacunas de Oz.
Víctor Cisneros, representante de comerciantes en el Centro Histórico, expresó que por el momento el funcionario no les ofreció ninguna solución a los daños económicos causados por la manifestación política.
El empresario dijo que Ortega atribuyó la solución del conflicto al Gobierno federal, pues se trata de un problema nacional y no sólo de seguridad pública.
"Es tan ridículo que evada su responsabilidad y no aplique la ley. Ahora resulta que piensa que la calle de Madero podría ser únicamente para peatones a raíz del plantón", expresó Cisneros.
si chucha como no problema federal mis polainas...por eso traen lo de irse a otros estados e instalarse asi por las buenas en las calles, lo ven taaaaan facilote
ahi les dejo un texto interesante
'Cómo curar a un fanático'
Amos Oz es un novelista israelí con apellido de mago. En hebreo Oz significa fuerza. La prosa de este escritor judío tiene una fuerza mágica para mover conciencias. "¿Cómo curar a un fanático?" es un ensayo breve y poderoso donde Oz da un diagnóstico clínico para detectar este mal y ofrece tres antídotos para tratar al enfermo.
"El fanatismo es más antiguo que el islam, la cristiandad o el judaísmo, es más añejo que cualquier estado, gobierno o sistema político, es anterior a la presencia en el mundo de la fe y la ideología". El fanatismo es como un cromosoma de la maldad que habita en las células humanas desde hace siglos. Un símbolo religioso, una bandera o un líder carismático pueden activar este gen que aturde el alma y la mente. Oz se declara un experto en la materia de fanatismo comparado. No alardea en vano. Nació en Jerusalén en 1939 y ha pasado toda su vida coexistiendo entre los odios ciegos que dividen a Israel y Palestina.
El primer síntoma para detectar a un fanático es su visión del mundo en alto contraste. El fanático es un daltónico incapaz de reconocer grises y claroscuros, sus ojos lo miran todo en blanco y negro. Quien padece la enfermedad interpreta la realidad como una disputa permanente entre buenos y malos: pacíficos versus violentos, demócratas contra fascistas, pobres contra privilegiados. Yo soy la bondad y mi adversario es el mal encarnado. El fanático es incapaz de reconocer algún mérito o derecho en las consignas de su contrincante. Error: un fanático no tiene adversarios, ni contrincantes, sólo tiene enemigos.
Los fanáticos son excelentes soldados, pero no tienen madera para ser políticos. Están dispuestos a sacrificarlo todo con tal de avanzar su causa, pero son incapaces de sentarse a tomar un café con sus antagonistas. El ardor de sus convicciones no les permite ceder, ni negociar. Padecen de sordera selectiva, sus oídos sólo se abren para escuchar su propia voz. Los argumentos ajenos son un ruido de fondo que les interrumpe el monólogo.
La misión principal de un fanático es cambiar el comportamiento de otras personas. Con un altruismo perverso, el fanático está más preocupado por los demás que por sí mismo. El fanático quiere que le reces a su dios, que visites su templo o que votes por su candidato. Un fanático es alguien totalmente convencido de su propia superioridad moral y su mayor deseo es redimir tu alma de tus faltas ideológicas o pecados religiosos.
Según Oz esta enfermedad tiene cura, él mismo es un fanático recuperado. De niño, Oz se confiesa como un chovinista totalmente cerrado a cualquier posición que difiriera de la suya, sobre el tema del Estado de Israel. El novelista descubrió en carne propia que el fanatismo no es una enfermedad terminal y como médico de almas también ofrece remedios.
El primer antídoto es la imaginación. Aquel que puede imaginar un futuro distinto jamás arriesgaría su vida o su capital político en una apuesta por el presente inmediato. Un candidato que cree posible ganar una elección presidencial en el 2012 no apuesta su prestigio y su ambición por una derrota electoral en el 2006. El fanático vive en la inmediatez de los tiempos: ahora o nunca. El mañana distante no aparece en el horizonte de su agenda.
El sentido del humor es la segunda vacuna. El fanático es muy capaz del sarcasmo hiriente, pero jamás podrá reírse de sí mismo o de su causa. Ser un buen fanático es un asunto serio y solemne. Como dice un buen amigo, no todos los estúpidos son solemnes, pero todos los solemnes son estúpidos. Un fanático no puede celebrar un chiste con una carcajada. El último antídoto y el más efectivo es la capacidad de caminar en los zapatos del enemigo. Quien por un instante puede ver la realidad con los ojos de su antagonista está inmunizado contra el fanatismo.
Amos Oz escribió su libro en el contexto del conflicto entre Israel y Palestina. Pero acá por mi tierra también se cuecen habas. Se pueden encontrar síntomas del fanatismo en la familia, la chamba o en la Plaza de la Constitución. Estoy seguro de que ya se te ocurrieron algunos candidatos para probar las vacunas de Oz.