08-29-2006, 10:39 AM
EL REY LEAR
Si el peor enemigo de López Obrador le hubiera escrito una guía para conducirlo al despeñadero, no hubiera quedado tan perfecta como la que el propio candidato derrotado se ha encargado de elaborar. Lo malo es que se quiere llevar al PRD al barranco junto con él.
Ayer domingo anunció que propondría la creación de un gobierno paralelo dirigido por un “Presidente legítimo”, o sea él.
Vamos a suponer que así sucede. Que forma su gobierno y él se tercia la banda tricolor en el pecho... ¿con quién van a acordar los gobernadores perredistas?
Sí, ¿qué Presidente va a reconocer el jefe de Gobierno del Distrito Federal?, por ejemplo. Si Marcelo Ebrard desconoce a las instituciones “espurias” como le llama López Obrador a la Presidencia que ocupará Felipe Calderón, estará violando la Constitución y sólo permanecerá en el cargo unos cuantos días.
Los gobernadores del PRD en Chiapas, Zacatecas, Guerrero y Michoacán, ¿con quién van a acordar? ¿Le van a pedir recursos a López Obrador? ¿Le irán a solicitar sus participaciones fiscales al Poder Ejecutivo de la federación, encabezado por alguien a quien no reconocen como Presidente? Los diputados y senadores del PRD, ¿van a aprobar leyes para que las ponga en práctica el presidente del gobierno alternativo? ¿Van a elaborar leyes que deberá cumplir un Poder Ejecutivo a cuyo titular desconocen? ¿Para quién va a ser el presupuesto que discutan y voten los legisladores perredistas en San Lázaro?
En fin, todo esto tiene algo de demencial. Implica que los parlamentarios y gobernantes estatales del PRD abandonen sus cargos. O que López Obrador se quede solo, como el Rey Lear, dando órdenes tajantes sobre un reino imaginario. Pero a diferencia del personaje de Shakespeare, lo que hace López Obrador no tiene ninguna relación con la ternura. La crisis que viene en el PRD es de pronóstico reservado, justo ahora que tiene mayor fuerza que nunca en el Congreso. Unos se van a ir a la marginalidad con López Obrador, y quienes no lo hagan serán tachados de “traidores” por los duros del lopismo. De cualquier manera, vamos a tener a un PRD paralizado en términos de aportación política y de impulso a sus propuestas de gobierno. ¿Qué proyecto de gobierno van a empujar si como partido, aunque sea sólo de palabra, reconoce a un gobierno paralelo y no al que tiene el poder constitucional para hacer las transformaciones?
Lástima, porque México necesita una izquierda fuerte, sensata y con proyectos claros. Lástima, porque el diagnóstico que hace el PRD de la realidad social del país es fundamentalmente acertado. La pobreza es el problema número uno. Y con ella la injusticia y la marginación. ¿Cómo va a colaborar el PRD a la superación de los rezagos si se margina del ejercicio del poder?
Volverá, pues, a ser el partido del no. El que ponga el grito en el cielo por los acuerdos entre el PRI y el PAN.
Así le va a ir. Como en el sexenio de Carlos Salinas, cuando tomó esa actitud y su votación bajó del 15 por ciento.
Es curioso, pero al PRD mientras más alto vuela le duele más la caída, como dice la canción. Tras el castillo en el aire de una presidencia que no ganó, el PRD de López Obrador se va a hacer chiquito en la escena de las decisiones. Sí, lástima. Pero allá ellos. Le están dejando, efectivamente, el camino libre a Felipe Calderón para que los “rebase por la izquierda”. Y al PRI para que se recupere merced a una postura de oposición constructiva.
López Obrador ya se dio cuenta de lo que va a ocurrir y “denunció” el fin de semana que Felipe Calderón se dispone a realizar acciones “espectaculares” para “legitimarse” y que desde la Presidencia acometerá una política social activa, como ocurrió con Solidaridad.
¿Y qué esperaba?
¿Que Felipe no gobierne?
¿Que le pida permiso a él para tomar por los cuernos el problema del rezago social?
Pamplinas. Mientras López Obrador gobierne al país que tiene en la imaginación y el PRD se anule por el extravío de su líder, el resto de las fuerzas políticas y sociales del país están en la obligación de enfrentar el drama social que padece México. Al menos eso es de esperar.
Es de esperar que los sectores económicamente más acomodados del país se hayan dado cuenta que por su falta de solidaridad social estuvimos a punto de caer en una dictadura.
Es de esperar que los políticos del PRI y del PAN hayan entendido que por su resistencia a llegar a acuerdos para impulsar la segunda generación de reformas, estuvieron a punto de quedar reducidos a cenizas, como los partidos venezolanos a la llegada de Chávez.
Es de esperar que quienes van a asumir el gobierno hayan entendido que la falta de imaginación, talento y generosidad a la hora de gobernar se puede pagar con la llegada de un ayatolla a la Presidencia.
El reto está ahí.
Son 150 mil los niños mexicanos que al año (cifras de 2004) intentan cruzar la frontera hacia Estados Unidos sin papeles, de acuerdo con datos de la Secretaría de Gobernación. De ellos, 50 mil iban solos, sin parientes ni tutores. Solos, por el desierto, por el río, rumbo al norte.
Ésa y no otra es la tragedia que puede preparar el camino a un Mesías tropical, lleno de rencores y resentimientos, que nos devuelva a la edad de piedra.
Entre 2004 y 2005 un millón 600 mil mexicanos cayeron a la categoría de pobreza alimentaria, que implica que no les alcanza para cubrir sus necesidades más básicas, de acuerdo con el Instituto de Desarrollo Sustentable y Equidad Social de la Universidad Iberoamericana, que encabeza el prestigiado académico Rodolfo de la Torre.
Es decir, el número de pobres extremos pasó de 18 millones a 19 millones 630 mil, apunta con base en ese informe la reportera Margarita Vega, de Reforma.
Sí, eso ocurre en México. Increíble. Ocurre ahora cuando los precios del petróleo están más altos que nunca.
Ocurre ahora, cuando las tasas internacionales de interés están en sus niveles más bajos desde hace décadas.
Ocurre ahora, cuando las remesas provenientes de los paisanos que se van a Estados Unidos están en un techo histórico de 20 mil millones de dólares al año.
Los problemas brotan por doquier, mientras en Los Pinos el Presidente dice que se duerme temprano, viendo las caricaturas infantiles de la tele.
Y no es extraño que los problemas más graves emerjan en estados como Oaxaca.
Dice el INEGI que en esa entidad sólo 68 mil 775 habitantes tienen muy baja marginación, mientras un millón 100 mil 404 se encuentran inmersos en la clasificación de “muy alta marginación”. De los 400 municipios del país ubicados en el límite de la pobreza extrema, 356 pertenecen a Oaxaca.
En fin, ése es el contexto del zangoloteo telúrico de la política nacional.
A propósito, hace unos meses Gilberto Rincón Gallardo me comentó que si él tuviera que decir quién es la persona más marginada y pobre del país, diría sin miedo a equivocarse que es mujer y que es indígena.
Según los datos de la votación del 2 de julio, clasificados por origen social de los sufragios,
esa mujer no votó por López Obrador.
No ha perdido la esperanza.
Para ella debe ser el próximo gobierno.
Es la última llamada.
De lo contrario, el Rey Lear, éste u otro, serán inevitables.
Si el peor enemigo de López Obrador le hubiera escrito una guía para conducirlo al despeñadero, no hubiera quedado tan perfecta como la que el propio candidato derrotado se ha encargado de elaborar. Lo malo es que se quiere llevar al PRD al barranco junto con él.
Ayer domingo anunció que propondría la creación de un gobierno paralelo dirigido por un “Presidente legítimo”, o sea él.
Vamos a suponer que así sucede. Que forma su gobierno y él se tercia la banda tricolor en el pecho... ¿con quién van a acordar los gobernadores perredistas?
Sí, ¿qué Presidente va a reconocer el jefe de Gobierno del Distrito Federal?, por ejemplo. Si Marcelo Ebrard desconoce a las instituciones “espurias” como le llama López Obrador a la Presidencia que ocupará Felipe Calderón, estará violando la Constitución y sólo permanecerá en el cargo unos cuantos días.
Los gobernadores del PRD en Chiapas, Zacatecas, Guerrero y Michoacán, ¿con quién van a acordar? ¿Le van a pedir recursos a López Obrador? ¿Le irán a solicitar sus participaciones fiscales al Poder Ejecutivo de la federación, encabezado por alguien a quien no reconocen como Presidente? Los diputados y senadores del PRD, ¿van a aprobar leyes para que las ponga en práctica el presidente del gobierno alternativo? ¿Van a elaborar leyes que deberá cumplir un Poder Ejecutivo a cuyo titular desconocen? ¿Para quién va a ser el presupuesto que discutan y voten los legisladores perredistas en San Lázaro?
En fin, todo esto tiene algo de demencial. Implica que los parlamentarios y gobernantes estatales del PRD abandonen sus cargos. O que López Obrador se quede solo, como el Rey Lear, dando órdenes tajantes sobre un reino imaginario. Pero a diferencia del personaje de Shakespeare, lo que hace López Obrador no tiene ninguna relación con la ternura. La crisis que viene en el PRD es de pronóstico reservado, justo ahora que tiene mayor fuerza que nunca en el Congreso. Unos se van a ir a la marginalidad con López Obrador, y quienes no lo hagan serán tachados de “traidores” por los duros del lopismo. De cualquier manera, vamos a tener a un PRD paralizado en términos de aportación política y de impulso a sus propuestas de gobierno. ¿Qué proyecto de gobierno van a empujar si como partido, aunque sea sólo de palabra, reconoce a un gobierno paralelo y no al que tiene el poder constitucional para hacer las transformaciones?
Lástima, porque México necesita una izquierda fuerte, sensata y con proyectos claros. Lástima, porque el diagnóstico que hace el PRD de la realidad social del país es fundamentalmente acertado. La pobreza es el problema número uno. Y con ella la injusticia y la marginación. ¿Cómo va a colaborar el PRD a la superación de los rezagos si se margina del ejercicio del poder?
Volverá, pues, a ser el partido del no. El que ponga el grito en el cielo por los acuerdos entre el PRI y el PAN.
Así le va a ir. Como en el sexenio de Carlos Salinas, cuando tomó esa actitud y su votación bajó del 15 por ciento.
Es curioso, pero al PRD mientras más alto vuela le duele más la caída, como dice la canción. Tras el castillo en el aire de una presidencia que no ganó, el PRD de López Obrador se va a hacer chiquito en la escena de las decisiones. Sí, lástima. Pero allá ellos. Le están dejando, efectivamente, el camino libre a Felipe Calderón para que los “rebase por la izquierda”. Y al PRI para que se recupere merced a una postura de oposición constructiva.
López Obrador ya se dio cuenta de lo que va a ocurrir y “denunció” el fin de semana que Felipe Calderón se dispone a realizar acciones “espectaculares” para “legitimarse” y que desde la Presidencia acometerá una política social activa, como ocurrió con Solidaridad.
¿Y qué esperaba?
¿Que Felipe no gobierne?
¿Que le pida permiso a él para tomar por los cuernos el problema del rezago social?
Pamplinas. Mientras López Obrador gobierne al país que tiene en la imaginación y el PRD se anule por el extravío de su líder, el resto de las fuerzas políticas y sociales del país están en la obligación de enfrentar el drama social que padece México. Al menos eso es de esperar.
Es de esperar que los sectores económicamente más acomodados del país se hayan dado cuenta que por su falta de solidaridad social estuvimos a punto de caer en una dictadura.
Es de esperar que los políticos del PRI y del PAN hayan entendido que por su resistencia a llegar a acuerdos para impulsar la segunda generación de reformas, estuvieron a punto de quedar reducidos a cenizas, como los partidos venezolanos a la llegada de Chávez.
Es de esperar que quienes van a asumir el gobierno hayan entendido que la falta de imaginación, talento y generosidad a la hora de gobernar se puede pagar con la llegada de un ayatolla a la Presidencia.
El reto está ahí.
Son 150 mil los niños mexicanos que al año (cifras de 2004) intentan cruzar la frontera hacia Estados Unidos sin papeles, de acuerdo con datos de la Secretaría de Gobernación. De ellos, 50 mil iban solos, sin parientes ni tutores. Solos, por el desierto, por el río, rumbo al norte.
Ésa y no otra es la tragedia que puede preparar el camino a un Mesías tropical, lleno de rencores y resentimientos, que nos devuelva a la edad de piedra.
Entre 2004 y 2005 un millón 600 mil mexicanos cayeron a la categoría de pobreza alimentaria, que implica que no les alcanza para cubrir sus necesidades más básicas, de acuerdo con el Instituto de Desarrollo Sustentable y Equidad Social de la Universidad Iberoamericana, que encabeza el prestigiado académico Rodolfo de la Torre.
Es decir, el número de pobres extremos pasó de 18 millones a 19 millones 630 mil, apunta con base en ese informe la reportera Margarita Vega, de Reforma.
Sí, eso ocurre en México. Increíble. Ocurre ahora cuando los precios del petróleo están más altos que nunca.
Ocurre ahora, cuando las tasas internacionales de interés están en sus niveles más bajos desde hace décadas.
Ocurre ahora, cuando las remesas provenientes de los paisanos que se van a Estados Unidos están en un techo histórico de 20 mil millones de dólares al año.
Los problemas brotan por doquier, mientras en Los Pinos el Presidente dice que se duerme temprano, viendo las caricaturas infantiles de la tele.
Y no es extraño que los problemas más graves emerjan en estados como Oaxaca.
Dice el INEGI que en esa entidad sólo 68 mil 775 habitantes tienen muy baja marginación, mientras un millón 100 mil 404 se encuentran inmersos en la clasificación de “muy alta marginación”. De los 400 municipios del país ubicados en el límite de la pobreza extrema, 356 pertenecen a Oaxaca.
En fin, ése es el contexto del zangoloteo telúrico de la política nacional.
A propósito, hace unos meses Gilberto Rincón Gallardo me comentó que si él tuviera que decir quién es la persona más marginada y pobre del país, diría sin miedo a equivocarse que es mujer y que es indígena.
Según los datos de la votación del 2 de julio, clasificados por origen social de los sufragios,
esa mujer no votó por López Obrador.
No ha perdido la esperanza.
Para ella debe ser el próximo gobierno.
Es la última llamada.
De lo contrario, el Rey Lear, éste u otro, serán inevitables.